Una boda perfecta y otras historias de amor by Clara Voghan

Una boda perfecta y otras historias de amor by Clara Voghan

autor:Clara Voghan
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Romántico
publicado: 2017-03-30T22:00:00+00:00


* * *

—¡Te dije que se iban a ir al descenso!

—Ese técnico no tiene vergüenza... ¿Qué está esperando para renunciar?

—Oye, Luis... ¿Qué estás esperando tú, para empezar el partido? Cada día charlas más, y juegas menos... ¿Qué ocurre? ¿Se te hacen muy largas las dos horas?

—¿Estás insinuando que los años me vuelven más lento?

—¡No...! ¡Más rápido! —agregó Néstor, dejando a las claras con su risa el doble sentido de la frase.

—Inés no tiene quejas, cariño.

El otro respondió con fingida seriedad.

—Pues no te podría decir si mi Vanina las tiene... —y riendo, agregó—. ¡Porque siempre la dejo sin aire!

—Sin aire te quedas tú, después de cada partido. Será mejor que abandones el cigarrillo.

—A la que yo tendría que abandonar es a Lilita.

—Creí que la querías... —mencionó Román mientras hacía el primer saque, que por supuesto erró.

—Es que después de lo que le hice me cuesta mirarla a la cara.

—Dale, aunque sea, algo de tiempo para que memorice la tuya, porque cuando te atrape tu suegro no va a quedar mucho para mirar... —se burló Néstor.

—¡Señores! ¿Vinimos a jugar, o qué? —se enojó Luis, respondiendo con fuerza el revés de su oponente.

Durante un buen rato estuvieron paleteando sin esperanza. Corriendo, sudando, maldiciendo, como cualquier buen jugador, pero errando, como el peor de ellos.

Una pelota baja obligó a Román a agacharse. Y no fue hasta después de golpearla que advirtió que la bola no les pertenecía.

—¡Ay...! Disculpen chicos. Esa es mi pelota.

—¡Amanda!

—¡Pero si son ustedes...! ¡Qué sorpresa! ¿Vienen seguido por aquí?

Los cuatro se arremolinaron alrededor de la joven abogada, su falda corta, su culo pronunciado, y sus piernas largas.

La niña no se amilanó, mientras continuaba repartiendo sonrisas a diestra y siniestra.

—Yo recién comienzo con esto del tenis... —mintió con descaro—. ¡Soy pésima...! Y me cuesta un horror conseguir a alguien que quiera jugar conmigo.

—¡Yo puedo enseñarte! —se apuró a ofrecer Román.

—¿Por qué tú? —se enojó Néstor—. Además, mejor harías en darle clases a tu novia. Claudia es pésima con la raqueta.

—¿Estás de novio? —preguntó la muchacha sin ocultar su desilusión.

—Sí..., pero no es nada serio. Verás, la raqueta no es lo único con lo que mi novia es pésima.

—Ah... —respondió Amanda, sonriendo con picardía, mientras por dentro se burlaba a carcajadas de semejante galán.

—Yo tengo los martes libres —acotó el novio de Vanina.

—¡Ay! ¡Qué lástima...! Yo puedo sólo los miércoles —replicó la muchacha haciendo una caída de ojos, de esas difíciles de olvidar.

—Pero los miércoles tenemos cancha —se quejó Luis.

—¿A qué hora? —preguntó en cambio Néstor, dispuesto a no rendirse.

Amanda sonrió. “A la hora de tu partido de fútbol”, pensó de inmediato. Pero sólo se limitó a decir con aire invitante:

—A las seis de la tarde.

—¡Ay, qué pecado...! Justo a esa hora... —comenzó a disculparse Néstor.

Pero bastó que la muchacha tomara su mano, para que aquel galán se quedara sin palabras.

—Luego podríamos ir a tomar algo, ¿no te parece? —susurró ella, antes de cruzar con él otra de esas miradas.

“Divide y conquistarás”, recitó en su interior Amanda.

Sí, se necesitaba un buen oponente para vencerla.



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